Que en la calle Caravaca, un lejano día se fundó, y que por azares de la vida, un mal día sus puertas cerró.
Después de un largo tiempo y de encontrar otra ubicación, en la calle Latoneros hizo su aparición con renovado ahínco y ánimo de superación.
Las puertas hemos abierto y estamos a su disposición para todos los antiguos clientes y de nueva captación, que vengan pronto a vernos y llevarse su alegrón, saboreando sus productos que son de lo mejor.
Del personal no digamos, que se entregan con ardor en servir bien al cliente y de todo corazón, para que se marchen contentos y con gran satisfacción.
El madroño sin rencor de este Madrid tan nuestro que es la madre que lo parió.
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